Sí. Marcharé el jueves 6 de marzo, no me importa quien convoca, si es de izquierda o de derecha, no me importa saberlo. Marcharé por mi propia cuenta. Marcharé por mi propia vergüenza, esa que me da ahora al no saber qué estuve haciendo mientras eran torturadas, asesinadas y desaparecidas más de 10.000 personas. Que quién las mato?, acaso el estado, la guerrilla, los paramilitares, saberlo es lo de menos. Solo sé que ocurrió, que fue cierto, y ocurrió en el patio de mi casa, en la casa de mis vecinos, en los campos, en los pueblos, en la selva, en millones de hectáreas del país en el que vivo. Y mientras ocurría, no hice absolutamente nada. O aún peor, hice muchas cosas (ver algún partido de futbol de la selección, irme de rumba, salir a comer o maldecir mi día) pero no supe nada de lo que a metros, o a kilómetros ocurría.

Por eso marcharé con dolor el jueves, aunque eso ya no sirva de nada para las victimas, aunque nada de eso devuelva a los desaparecidos, o junte los miembros de los que los victimarios partieron en pedazos. Pero me ayudará a empezar a pegar uno de los mil pedazos en que el odio fraticida rompió el corazón, los sueños (los propios y los ajenos) y ahora los sigue rompiendo, al cegarme ante la existencia del otro, del que no piensa igual, del que no actúa igual que yo.

Marcharé, en silencio, aunque me llamen mamerto, faraco, rojo, traidor de patria. Pueden gritar lo que se les venga en gana. Marcharé solo, por el dolor que me causan mis diez mil –y tal vez más- muertos.